sábado, 11 de noviembre de 2017

Madres de amigos

Somos una proyección de quienes nos dieron lo primero, cuando llegamos a este mundo ya contamos con el calor que otro nos dio, ya nos movemos a la misma velocidad que todo lo que nos rodea y por eso nos parece que todo está quieto. Nacemos ya alimentados por nuestras madres y con el hambre que ellas mismas calmarán. Cuando nacemos alguien más nos preparó abrigo y leche en algún pecho tibio.Una casa y un barrio con amigos. Todo eso que nos acompañará por el resto de nuestras vidas.
 Somos la victoria de una batalla que otro peleó, el festejo de un esfuerzo familiarmente ajeno, la lágrima de felicidad que costó un mar de sudor. Esta posición suele parecer culposa, pero es mas bien grata. De eso se trata ser hijo; como todo ser viviente, incluso como toda célula, contamos con la certeza de ser lo mejor que alguien más pudo elaborar para regalarle al tiempo futuro, una mezcla de orgullo y responsabilidad, café y leche. 
 Un amigo me enseñó que cuando alguien nos demuestra sus valores con acciones, su humanidad, su humildad, su amistad; lo más correcto no es precisamente agradecerle ni felicitarlo por como se porta. Lo indicado en estas situaciones es pedirle que le mande una felicitación a sus Viejos. El mejor mensaje para un padre es aquel que le anuncia que su descendiente no solo es una agradable compañía para quienes lo rodean, sino que es también necesario para los hijos de otros padres. 
 Este texto es tan solo un humilde pero necesario agradecimiento no sólo a mi madre sino también a todas las madres de mis amigos. Mi madre me regaló a un hermano, imprescindible, y las madres de mis amigos me regalaron a todos los demás. A todos esos hermanos hoy los disfruto y necesito. Y es por habérmelos regalado que les agradezco a sus madres y padres.
Gracias, Mateo.

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